LA COMPOSICIÓN DEL TEXTO

Publicado en por Taller de Redacción

Lo primero es la comunicación

No se escribe, o al menos no se debería escribir, para poner en claro lo que pensamos, pues ésta, aunque indispensable, es tarea previa al escribir. La verdadera razón que nos impulsa a tomar la computadora, la máquina o la pluma es comunicarnos con los demás; por eso, el primer objetivo, evidente, no debe perderse de vista: comunicarnos. Los lingüistas tienen la norma de que el dominio de un idioma extranjero se mide por la capacidad del estudiante para comunicarse en esa lengua extraña, al margen de los errores que pueda cometer. Sin exagerar, bien puede tomarse esta norma en la palabra escrita: lo fundamental es comunicarnos.

CAUTIVAR AL LECTOR

Basta observarnos a nosotros mismos para saber que si un articulo de diario o revista e incluso un libro no nos atrae desde el primer momento, lo mas seguro es que lo abandonemos o lo guardemos a veces con la conciencia culpable de prometernos leerlo mas adelante. Por esta razón, cuando escribimos debemos tratar, a toda costa de conquistar al lector. (No es muy aconsejable el estilo de Celil B. de Mille pero este cineasta afirmaba, refiriéndose precisamente a la conquista del espectador. Que cada filme debía comenzar con un terremoto y luego ir in crescendo).

EL TONO DEL ESTILO DEBE ADAPTARSE AL TEMA

Un aspecto fundamental es no escribir una nota necrológica en estilo humorístico ni un texto sobre música de rock en tono solemne. Hay que intentar un justo término medio entre el estilo personal y el tono exigido por el tema.

ENTRAR DIRECTAMENTE EN MATERIA

Muchos textos comienzan por hablar de la economía mundial, luego abordan la de México y cuando llegan al tema de la industria en Tijuana, ya malgastaron tiempo y espacio. Una vertiente particular de esta error es que el autor trate de justificar porque ha elegido o porque tiene importancia su tema, cuando esta importancia tiene que demostrase por si misma u ocupar unas cuantas líneas. Así, es indispensable entrar directamente en materia, pues de lo contrario se corre el riesgo de que cuando se llegue a lo central, se acabo el tiempo, el espacio y hasta la paciencia del lector.

NO PRODIGAR LAS FRASES ADVERBIALES Y CONJUNTIVAS

Nos referimos a expresiones como: No obstante, mientras tanto, si embargo, por un lado, por otra parte, además, en efecto, en realidad, etc. Son lazos de unión que en la mente del que escribe fingen la ilación del discurso. Aunque estas expresiones forman parte fundamental del idioma, hay que leer el texto terminado y si aparecen en exceso, tachar aquellas que no son indispensables. Por esta vez la solución es sencilla. Si no son estrictamente necesarias, sobran. Leamos nuestro texto terminado, si hay un además o un mientras tanto o por un lado que no quieran decir de modo exacto que hay algo además o que sucedió otro hecho mientras tanto o si hay por una parte y no hay por otra, quiere decir que debemos usar el otro lado del lápiz, el de la goma.

EVITAR PARRAFOS AL ESTILO CHORIZO

Como todos tenemos terror de escribir, una vez que rompimos el hielo de la página en blanco que no queremos enfrentarnos al punto y aparte que, aunque disminuido, reitera el primer enfrentamiento. Por eso, prodigamos las frases adverbiales y conjuntivas mencionadas en el párrafo anterior y nuestras oraciones se suman unas a otras unidas por expresiones como en efecto, en realidad, además, a pesar de todo, con el resultado de que nos queda una retahíla de oraciones como chorizo atadas con sus nudos de frases adverbiales. Pasar de un párrafo a otro requiere valor, no frases adverbiales y conjuntivas.

Todavía peor es cuando el temor de iniciar un párrafo lleva a unir las oraciones por medio del proteico que. Tan común ha sido este defecto que incluso se le ha otorgado un nombre, el de queísmo. Además al conducir al estilo chorizo, el que tiene la ventaja adicional de que cuando asume su función de pronombre relativo se refiere a un ser o a una cosa mencionada con anterioridad, pero como se trata de un pronombre invariable, es decir que (a diferencia de él, ella, ellos o elles) no tiene género ni numero, la identificación del antecedente por el lector resulta más difícil. Un ejemplo: “Se requiere la formación de los cuadros profesionales entre los campesinos que tomen en cuenta los avances que la economía ha desarrollado en las empresas colectivas agropecuarias y agroindustriales, que se enriquecerían con la experiencia de investigadores nacionales”. En este breve párrafo el lector duda si en el primer que se refiere a los cuadros profesionales o a los campesinos, y si el tercer que tiene como antecedente a los cuadros profesionales, a los campesinos o a las empresas colectivas.

 

FRASES BREVES Y PUNTO

 

Nada es más difícil que conducir al lector a lo largo de un conjunto de frases, tanto así que no pocos de los elogios dedicados al escritor Marcel Proust se deben a que quita el aliento y provoca la admiración del lector por su singular capacidad de llevarnos a través de numerosas oraciones sin perderse ni perdernos. Así pues, desconfiemos de nuestras posibilidades para realizar esa hazaña y escribamos frases breves y punto. Aquí el punto el literal, pues se refiere al punto y seguido, y al punto y aparte. Expresemos (como si fuéramos cartesianos franceses y no latinos americanos insertos en lo real-maravilloso) ideas breves y precisas.

 

JUGAR CON LA CADENA LINGÜÍSTICA

 

Uno de los vicios más difíciles de evitar, pues ocurre de modo inconciente, es la reiteración de la cadena lingüística. Mientras somos capaces de advertir que hemos repetido una palabra varias veces en un párrafo, tenemos que realizar un esfuerzo mayor para descubrir que, por ejemplo, cinco párrafos consecutivos se inician con el sujeto precedido del artículo definido. (“El tema…” “Las características…” “La dificultad…” “Los estudios…”) Ensayemos, entonces, comenzar por el verbo o por los complementos. Una de las maestrías del escritor Jorge Luis Borges es variar constantemente el orden sintáctico. Leamos el siguiente fragmento tomado de su libro Historia universal de la infamia:

 

Al principio del siglo diecinueve (la fecha que nos interesa) las vastas plantaciones de algodón que había en las orillas eran trabajadas por negros, de sol a sol. Dormían en cabañas de madera, sobre el piso de la tierra. Fuera de la relación madre-hijo, los parentescos eran convencionales y turbios. Nombres tenían, pero podían prescindir de apellidos. No sabían leer. Su enternecida voz de falsete canturreaba un inglés de lentas vocales. Trabajaban en filas, encorvaos bajo el rebenque del capataz. Huían, y hombres de barba entera saltaban sobre hermosos caballos y los rastreaban fuertes perros de presa.

 

El fino oído de Borges para la lengua lo lleva a escapar de la monotonía de la sintaxis iniciando la construcción de cada frase de diversas maneras: unas veces con un adverbio, otras con un sustantivo, otra más con un adjetivo posesivo, etcétera.

 

ALTERNAR FRASES BREVES Y LARGAS

 

Sin duda, las frases largas y breves están determinadas por lo que se quiera decir y no se puede recortar lo que de por si es largo y alargar lo que requiere sólo de pocas palabras, pero dedicar la atención en este sentido nos permitirá una combinación en frases breves y largas que mejoran el ritmo de la prosa. Sólo frases breves nos pueden conducir por omisión a la oscuridad y a la monotonía; sólo largas, además de desorientar al lector, al cometer errores gramaticales.

 

PÁRRAFOS BREVES

 

Los expertos señalan que más de 12 líneas (de 65 golpes de máquina cada una) pierden la atención del lector, de ahí que los párrafos de los diarios tengan, por lo general, entre ocho y doce líneas como máximo. Sin embargo, debido a la mayor preparación de los lectores, las revistas especializadas soportan párrafos más largos y los libros, por su número de páginas, párrafos aún más extensos. Sobre todo si se comienza a escribir, son preferibles los párrafos breves, aunque no debe caerse en el extremo contrario de quienes prodigan los puntos y aparte al grado de simular un telegrama de frases sueltas, sin ilación. Lo mejor, para el principiante, son las frases cortas separadas por puntos.

 

UN RASGO DEL ESTILO MODERNO: LA BREVEDAD

 

Por razones diferentes, que van desde el costo del papel hasta la celebridad de la vida moderna, la brevedad es indispensable. Para conseguirla basta reflexionar sobre la antigua paradoja de “te escribo largo, porque no tuve tiempo de escribir brevemente”. En efecto de borrador a borrador desaparecerán los elementos superfluos y, al final, tendremos un texto que explique, con el menor número posible de palabras, nuestro pensamiento. Así, a la brevedad de la frase y a la de los párrafos debe sumarse la brevedad del texto en general.

 

REITERAR CUANDO ES NECESARIO

 

La voluntad de brevedad no debe enturbiar el texto. Hay que recordarle al lector cuál es nuestro tema, hacia adonde nos dirigimos o que deseamos concluir, y para lograrlo es indispensable recordar lo dicho páginas o líneas antes.

 

DESTINAR UN ESPACIO PARA LAS IDEAS PRINCIPALES

 

Las ideas fundamentales deben ocupar un lugar destacados, incluso físico, dentro de nuestro texto. Suele ocurrir que la idea central es tan conocida para quien escribe que supone que con sólo enunciarla, el lector la captara de inmediato. No es así. Es indispensable plantear los puntos fundamentales con el que exige la importancia que les concedemos.

 

EL TEXTO DEBE SER AUTÓNOMO

 

No debemos suponer que el maestro, los sinodales, el público de una conferencia y menos aún el lector de un diario o de un libro tienen la obligación de conocer nuestro tema o nuestras intenciones. El texto debe ser válido por sí mismo, autónomo. La lectura de una persona nunca es idéntica a la de otra, de manera que incluso en textos especializados no podemos esperar que el lector disponga de la misma información que nosotros. De ahí que cada referencia deberá ser autosuficiente, es decir comprendida en el contexto propio sin necesidad de conocimientos fuera de él. Un caso particular del error que comentamos es referirse a un articulo anterior, como si el lector tuviera la obligación no sólo de leernos de modo constante, sino recordar ocho días después lo que dijimos en el texto anterior. En las ocasiones, no recomendables, en las que se escriben artículos en serie, el problema se resuelve mediante un brevísimo resumen, un párrafo tal vez, que ponga en antecedentes al lector

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